En esta nueva entrega de “Duelos
tácticos” ahondaremos en el momento sin balón de probablemente, el dibujo que
más arraigo ha tenido en el fútbol durante las diferentes décadas, el 4-4-2. En
concreto, trataremos de trazar un planteamiento de carácter defensivo frente a
un dibujo 4-3-3.
¿Por qué el 4-4-2? Son muchísimos los equipos y entrenadores que han plasmado su idea bajo este esquema, por lo que para justificar su elección acudiremos a algunas declaraciones de entrenadores que lo han explotado durante sus carreras. Uno de ellos es Marcelino García Toral, antiguo entrenador de equipos como el Villareal o el Valencia y actualmente del Athletic Club de Bilbao. Tal y como comentaba en una entrevista en el extinto programa El Club dirigido por Axel Torres, el técnico asturiano afirmaba lo siguiente: “creo que el 4-4-2 es un sistema que reparte equitativamente en el terreno de juego y necesitas menos especificidad en los jugadores”. Otro de los entrenadores que lo ha utilizado con bastante frecuencia durante sus experiencias en diferentes categorías es Robert Moreno. Tal y como afirma en su libro Mi receta del 4-4-2, es una disposición que potencia el tipo de fútbol que más cree conveniente o que más le gusta exponer en sus conjuntos. “Creo que es un sistema idóneo para la aplicación predominante de un juego colectivo en corto. Tiene equilibrio en las dos primeras líneas con cuatro jugadores cada una, y espacios libres en la última línea al tener tan solo dos delanteros. Además, las fases de defensa o ataque y el posicionamiento de los jugadores nos dará espacios en una zona del campo u otra dependiendo las elecciones que hagamos en la disposición ofensiva y defensiva de nuestros jugadores. Este es un sistema que nos permite controlar la amplitud y la profundidad de forma equilibrada y sin grandes esfuerzos de desplazamiento para nuestros jugadores”.
Si bien lo que comenta Robert
radica en un dominio sobre el rival a partir del balón con asociaciones cortas,
juego en campo rival el máximo tiempo posible y presión tras pérdida, nuestra
idea para el equipo de hoy es dominar de manera contraria. Si bien se puede
tener la iniciativa controlando el balón más tiempo que el rival y usando la
posesión como medio y no como fin, también se puede llevar a partir de una organización
defensiva que limite tiempo y espacio al oponente, que le fuerce a cometer
errores y a tener dificultades tanto en los momentos de iniciación como de
progresión de la jugada, que como consecuencia puede dar a una pérdida que le
pille expuesto y sin capacidad de reaccionar a un contragolpe no muy lejos de
su portería. Esa es la intencionalidad de nuestro equipo y de nuestro 4-4-2:
dominar a partir de un bloque alto y un bloque medio muy afinado en la presión
tanto en reinicio de juego del contrario como tras la pérdida propia. Como
consecuencia y nexo de esta propuesta en el momento sin balón, pretendemos un
ataque con un estilo conciso, lleno de velocidad y que promueva un ritmo alto
de juego. Dicho lo cual, profundicemos en cómo afrontar a un equipo ubicado en
4-3-3 que pretende jugar por abajo y salir con el balón controlado desde atrás.
Para establecer ese mencionado
dominio a partir de la presión en bloque alto, deberemos establecer por un lado
las principales funciones de los jugadores que pueden intervenir directamente
en el juego a partir de un pase del rival a un compañero cercano y también las
funciones de los que no puedan intervenir directamente. Así, el más cercano a
balón tendrá principalmente la labor de acosar, es decir, reducir el tiempo y
el espacio del poseedor en dicho momento; los que se mantienen a una distancia
cercana y media respecto al acosador, deberán fijar marcas para reducir
opciones de pase evitando que esos jugadores se giren hacia nuestra portería o
logren progresar en caso de recibir; los lejanos se encargarán principalmente
de las vigilancias con posibilidad también de establecer marcas si la ocasión
lo requiere. Por otro lado y no menos importante, habrá que determinar con
precisión los indicadores de presión,
esas situaciones surgidas por la circulación de pelota del oponente que van a
dar la señal a nuestro equipo a lanzarse con convicción para forzar el fallo
del rival y recuperar la pelota. Estos van a marcar nuestra actitud defensiva,
la intensidad con la que nos vamos a emplear nuestra presión. Estos indicadores
los especificaremos un poco más adelante.
Lo primero de todo es diferenciar
dos situaciones de juego claras para organizarnos defensivamente:
1) El saque de puerta. La nueva regla que establece que se puede
recibir el saque del portero dentro del área abre muchas posibilidades al
equipo que inicia el juego en esta acción a balón parado, por lo que también
los equipos que defienden – nuestro caso – deberán manejar diversas situaciones
para sacar ventaja de ella. Ante un 4-3-3 que tiene superioridad numérica en el
centro de 3 vs 2 frente a nuestro dibujo y que cuenta con recursos técnicos y
tácticos para convertirla en una superioridad posicional que elimine a varios
de nuestros jugadores a partir de un pase, optaremos por modificar superficialmente
nuestro 4-4-2. En este saque del portero, queremos evitar que nuestros puntas
queden fijados por este y por los centrales, que les inviten a salir de zona y
entonces el mediocentro que espera en su intervalo pueda recibir y girar sin
oposición; o en todo caso que el central libre reciba en caso de que el punta
que salta en segunda instancia apriete a portero y llegue tarde a interceptar
el pase.
Para poder contrarrestar este
hecho, barajamos dos dibujos temporales. El 4-4-1-1 nos da la posibilidad de
tapar al mediocentro rival para evitar que nos eliminen con ese pase que bien
pueden dar los centrales o el portero. Los dos jugadores más adelantados, en
nuestro caso los puntas, se encargarán uno de saltar y el otro por detrás
cerrando la mencionada línea de pase, permutando en sus acosos siempre con
trayectorias que nieguen siempre el pase entre centrales y mediocentro,
disuadiendo el juego hacia fuera.
Disposición general del 4-4-1-1.
Trayectoria de acoso para que el rival juegue hacia fuera. Tratar de evitar que se repita pase con el portero y que este lleve el balón al otro lado.
En este caso corremos el riesgo
de que el pivote que sostiene al otro por detrás esté en clara inferioridad
frente a los interiores rivales – 2 vs 1 – y pueda sufrir si la presión no
surte efecto. Es por ello que cobran vital importancia la labor de los
centrocampistas de banda: se ubicarán en posiciones intermedias para poder
apretar tanto a laterales como a interiores. A la hora de establecer
prioridades, es preferible que sean los primeros los que reciban libres y no
sean los últimos pues eso conllevará un ataque por el centro y haber rebasado a
muchos de nuestros jugadores con un único pase.
2) Balón en juego. Aquí es donde debemos establecer una serie de
parámetros más particulares para ejercer una presión coordinada, equilibrada y
que nos aporte beneficios; esos indicadores de presión para que todo el equipo
identifique cuándo actuar y sobre todo cómo actuar. Antes de nada cabe destacar
que es muy importante conocer las fortalezas y debilidades del rival en general
y las que posee en esta fase en particular. Ello va a marcar el tipo de ítems
que nosotros proporcionaremos a nuestro equipo para que adelanten líneas.
También resulta trascendente saber la categoría en la que jugamos y la calidad
técnica de los oponentes, pues una baja calidad puede suponer añadir más indicadores de presión al planteamiento:
deficiencias en el pase, en el control, en el perfil corporal… Partiremos de la
base de que nuestro planteamiento va enfocado al fútbol de alto nivel y de que
hay un bajo porcentaje de posibilidades de que se den este tipo de situaciones,
aunque por supuesto hay que tenerlas en cuenta y comunicárselas a nuestros jugadores
para que las identifiquen sin dificultades en el caso de producirse y actúen en
consecuencia. En nuestro caso vamos a establecer dos indicadores genéricos que
activen a nuestro equipo en la presión: el pase dado entre central y lateral y
el pase dado hacia atrás.
A) Pase entre central y lateral. Hay que partir de la premisa de que nuestros
puntas, los primeros en presionar, deben mantener una distancia correcta entre
sí por un lado y entre su marca correspondiente – el central – por el otro.
Bascularemos con el pase entre centrales y mantendremos la línea cuando se
retroceda hacia el portero, y a partir de ahí mediremos los esfuerzos para
hacer un trabajo de presión colectivo. Partiendo de la situación de juego de
central rival con balón de cara, la premisa es que deberán estar cohesionados y
por ser los más cercanos, su labor es la de acosar con trayectorias que nieguen
al rival el pase por dentro y el juego se traslade hacia fuera; marcar al
mediocentro para que no ofrezca opción de salida. Ellos no son los encargados de robar por
normal general si no de ir preparando la trampa para que los de la segunda
línea sí sean los que recuperen la posesión o que fuercen el error que lleve a
ello. Los centrocampistas de banda buscarán acosar a su par sin marcar, pues lo
que queremos es que ese pase se produzca y el juego se encierre cerca de la cal
donde las opciones de jugar el balón son más reducidas; los pivotes estarán
pendientes de fijar marcas sobre los interiores y que haya progresión. Por
último, la línea defensiva debe mantener vigilancias sobre los tres oponentes
más adelantados.
A partir del trabajo de los
jugadores que se encuentran en disposición de intervenir cerca de la zona de la
pelota, se niegan las opciones de progresar en corto por ella: el delantero de
ese lado se mantiene cerca del central que ha dado el pase para que este no se
repita, el centrocampista de banda acosa con un cambio de velocidad que
disminuye rápidamente tiempo y espacio al poseedor, el pivote cercano marca de
cerca al interior no pegado para que no reciba si no para que reciba e
inmediatamente no pueda girarse y dé un pase comprometido hacia atrás, mal
orientado y sin buen perfil corporal; el otro punta marca a mediocentro…
Rival encerrado en banda sin opción de
progresión en corto.
Si la presión está bien ejecutada, la opción más probable es que el central se abra y se vea obligado a jugar en largo donde su delantero disputará un balón aéreo de espaldas frente a nuestro central que va de cara, que además contará con la cobertura de su otro compañero.
Ubicar al equipo en dos carriles.
Primero se disminuye el espacio en vertical con la subida de líneas y luego se
disminuye el espacio en horizontal basculando fuertemente hacia lado del balón.
Independientemente del tipo de
situación que se produzca y de los comportamientos que se lleven a cabo a la
hora de presionar, habrá que tener unas consideraciones generales claras que
sean las bases para un buen trabajo defensivo: portero adelantado para proteger
la espalda de la línea defensiva, buen perfil corporal de la línea defensiva
para anticipar o para correr hacia atrás, controlar la velocidad a la hora de
acosar, tapar pierna buena del poseedor del balón…
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